miércoles, 23 de junio de 2010

Recuerdos



En forma chisporroteante saltan en mi memoria; son muchos. Hoy quiero recordar uno. Quiero detenerme, en aquel preciso instante o espacio de tiempo en el que el mundo se detenía. Aquello era autentica magia, era el cenit de la ilusión. Todo dejaba de existir, para sólo focalizar un acto, un hecho, una fiesta: Las Ferias.
La ilusión comenzaba con la inquietud de asomarse por la calle Angosta, estirábamos el cuerpo para sin acercarnos más allá de los límites prohibidos, alcanzar a ver los caballitos. Ni que decir que por el barrio los rumores nos inquietaban: “el camión se ha pichao”, “han dicho que no van a venir”, tanta rumorología nos llega a inquietar y vivir con ansiedad su mágica llegada.
Los caballitos fue el primer artefacto, inmenso y deseado, que sobresaltó nuestros tiernos instintos. Nos hizo abrir los ojos como inmensos platos, nos hizo que con inquietud, tiráramos de la mano de nuestros seres queridos para subir en el caballo, el carromato, el camión de bombero y un largo etc. de posibilidades.
La Feria se nos hacia única y paralizante. Aquel espacio de tiempo, nos hacia tener o mejor dicho creer que el mundo se paraba, que lo único que ocurría en ese instante era La Feria. Donde, a pesar de nuestras ganas de querer montar una y otra vez en los deseados caballitos, en la mayoría de las veces y de los casos, se convertía en pasear de un lado para otro con la esperanza de que encendidas todos las luces de colores nos diera la oportunidad de girar con incesantes giros de volante y pitidos.
La ola, el gusano, la barca, la casilleta de tiros,… cada aparato en nuestra mente se ha quedado, como aquel instante de crecimiento en nuestra juventud que, se vio colmada en los largos espacios de tiempo hasta altas horas del amanecer en las dos barras horizontales de los novedosos coches eléctricos, esperando el beso que nunca llegó o… sí.
Son mucho los instantes y los recuerdos de La Feria. Recuerdo aquellas tardes de Ferias en las que nos reuníamos en la plaza. Esperábamos. Nos situábamos de forma estratégica. Por grupos. Con mirada recelosa o de mirada nerviosa.
Todos hacíamos nuestra valoración, unos más expertos, otros iniciados. Todos, en el momento que, el Marús, iniciaba el rito de lanzar aquellas bombas, miméticamente comenzaba un alocado zig-zagenate corretear de la chiquillería.
El lanzamiento a mí, siempre, me pareció alto. Mis ojos se elevaban, miraban y querían alcanzar el mejor de los trofeos. Quería ver como se desplegaba el paracaidista y, de su descenso majestuoso poder alcanzar tan ansiado trofeo.
Cuantos queríamos el mejor de los trofeos, cuantos casi siempre obteníamos papelillos de distintos colores (verdes, azul, rojo, gris, etc) o con suerte un caramelo que endulzara por un momento nuestro sueños. Hoy, con el paso de los años. Hoy, después de cincuenta años. Hoy, cada uno de nosotros, al menos la mayoría, de aquéllos 130, podemos echar la vista atrás. Quizás, unos pocos se sientan poseedores del paracaidista como el mejor de los trofeos conseguidos o de ilusiones conseguidas. Otros, quizás la mayoría, sintamos que el paracaidista sigue cayendo con descender mágico, pero que durante estos años han sido una combinación de papelillos de colores, en los que la belleza de alguno de eso colores nos ha dado momento únicos, incluso de felicidad, también en alguno de los casos, los colores grises o negros han teñido nuestro corazón, nuestra esperanza, nos han llenado de dolor. Difícil es desterrar de nuestra vida la cicatriz o la herida que nos sigue, pero, ante todo y desde la madurez que nos imprime ser cincuentones, debemos saber que nuestro sueño debe seguir vivo, que en nuestro bolsillo siempre debemos tener un caramelo (por ejemplo un saci, siempre lo llevaba mi abuelo), que nos endulce ciertos momentos, porque merece la pena seguir.
El siguiente video montaje está con todas aquellas fotos de pequeño que habéis entregado. En cuanto a la música he duda entre estas dos canciones: Gracias a la vida de violeta Parra y Así nacemos cantado por Patxi Andión.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Soy una de las personas nacidas en el año 1960, por tanto este año celebro mi 50 cumpleaños.
Volviendo la vista atrás en mi vida, y haciendo balance de esta.
"Cosa que no se me hubiera ocurrido antes", pero pienso que ya es hora de valorar un poco estos 50 años de recorrido.
Cuando yo era niña, y pienso que a la mayoría de los niños le pasa en cierta parte de nuestra vida, ya cuando empezamos a tener uso de razón y vamos dejando atrás esa niñez tan bonita, tan llena de encanto y tan inocente, estamos deseando ser mayores y cumplir años.
Recuerdo, con cierta nostalgia (por que yo cumplo los años un día 24), que solía pensar que cuando igualaría mis años con el día de mi cumpleaños. Pues ya llegó y pasó, y lo he doblado, pero no me arrepiento de mis 50 años y estoy muy contenta de haber llegado a esta edad y de que me pregunten que cuantos años tengo. Nunca, nunca me quito años, no entiendo ese tópico tan idiota de que esté feo preguntar la edad a una mujer, o de quitarse años. Hay que estar orgullosos de vivir y seguir envejeciendo.

Anónimo dijo...

que se animen a hacer comentarios. Que estamos mucha gente, Animo.